martes, 15 de septiembre de 2009







Cosquilleo, un atisbo suave
Una pequeña risa, que es inevitable.
Miradas y una vez más
me enriquezco con sólo miradas.

Velo Negro...

sábado, 12 de septiembre de 2009

Las iglesias altas, que uno cree que nunca van a dar con el techo, me dan sensación de inseguridad y frio. Pero aquel día era acogedora y me mostraba una sonrisa agradable, que llegaba a cada rincón del lugar.
La iglesia se encontraba llena de gente vestida elegantemente, con colores que iluminaba la celebración tan esperada.
¡Llegó la novia! Gritaban los enanitos que jugaban entre las largas bancas de madera.
Un vestido color crema, que iluminaba, entró al templo, mientras se apoderaba de las miradas de los miles de peinados exóticos.
Las palabras del sacerdote y los cantos apagaron las voces de los invitados.
Los nervios del novio se mezclaban con los besos tiernos que le daba la novia; y a lo lejos, una voz familiar se oyó, y esté era acompañado por el sonido de una guitarra. Era una canción conocida por mí, que lleno mi cuerpo de sensaciones extrañas; mis ojos, que observaban la escena romántica, se hundían en un lago de recuerdos.
Al escuchar la tranquila melodía y el dramático canto, todo se volvía oscuro y los recuerdos color rosa, se envolvían en un frío y negro paraíso.
La desesperación de mis emociones, soltaron pequeños cristales negros que dibujaban ríos de alegrías angustiantes que quedaban marcadas en mi rostro confundido.
Los invitados que disfrutaban el encantador momento, no entendían la extraña tristeza que sentía; las sonrisas que habían en aquel lugar, disimulaban mis lágrimas que escuchaban atentamente la infinita canción.
Imágenes de bellos recuerdos jugaban en mi cabeza; éstas me desesperaban y me enloquecían. Las ganas de gritar salían a través de mis duras lágrimas, que sin poder controlarlas, florecían en mi rostro, hasta que los fuertes aplausos hicieron que volviera a contemplar la dulce ceremonia que consumía las sensaciones que sentí en ese momento.