Me perdí

viernes, 19 de febrero de 2010
No entiendo nada... (jajajajajajaja)
Ahora si que estoy perdida, desorientada.....
¿Sigamos caminando?
-Bueno, caminemos.
jueves, 11 de febrero de 2010
Me gusta el motivo por el que me voy,
pero odio irme sin a verte visto.
.
Te quiero nena...

Del invierno a ver el cielo azul

viernes, 5 de febrero de 2010

Las lágrimas aumentaban mientras leía y releía las cartas, esas cartas donde estaban las promesas que alguna vez sonaron como verdaderas y que hoy eran mentiras que una tinta dibujó sobre un papel. Francisca no entendía el porqué de su ceguera en todo este tiempo, en el mismo momento, que entre gritos, se maldecía a no a ver notado los detalles, pequeñas huella que mostraban la ironía de las palabras de Demian. Su mente estaba perdida, deseaba ser egoísta y prometerse no confiar en nadie más, pero no podía ya que los hombros familiares la cobijaban en su tristeza. A pesar de esto, el dolor aún seguía ahí, en el lugar donde Demian fingió darle alegrías. ¿Cuánto tiempo había pasado desde ese día? Para ella una eternidad, hasta sentir que había nacido con ese agujero en el pecho, ¿Qué había sucedido a aquél día? ni siquiera lo recordaba, eran estrellas fugaz que mostraban imágenes que le pesaba en su andar cada día más. Había comenzado a refugiarse en su mundo donde el mp3 empezó a ser su amigo íntimo, un amigo que en ocasiones la torturaba con música que la llevaba al recuerdo y en otras, la distraía con canciones que le deseaban un buen día. Así eran los días entre nubes grises y miradores que daban a la lluvia. Frases como "Fran, contesta el teléfono por favor, te queremos ver, hace mucho que no sales con nosotros", escuchaba todos los días en su teléfono móvil, pero todavía no seguía con ánimos de dar un paseo. Las semanas habían avanzado, como también las horas y el clima daba las primeras señales de que vendría el cambio de estación. Francisca, por obligación, se colocó su polerón gris favorito y salió a comprar la harina que necesitaba su madre y mientras daba el paseo recordó la esquina, donde entre semáforos Cristobal realizaba malabares para ganar algunas monedas, dinero que le daba materiales con los cuales podía crear sus edificios y casas en miniaturas mientras soñaba pisarlas algún día. Decidió ver si estaba cerca de la plaza donde lo conoció, el lugar donde las risas de ella y de sus amigas conquistaron alguna vez el verde lugar; aún recuerda esa tarde, que entre bromas y aplausos distraían al malabarista, era un muchacho agradable y en muchas ocasiones la hizo reír, y que falta le hacia eso en este momento. Estaba doblando la esquina cuando lo vio, traía puesto una polera de de rayas, unos pantalones anchos, un sombrero estilo Chaplin y unos enormes zapatos que le daban la esencia de un payaso. El semáforo dio verde y Cristobal paró su espectáculo, caminó hacía la botella que estaba junto al bolso, pero un hola interrumpió la acción. Era Fran, la simpática Fran que hace un año había conocido, hace mucho que no lo venia a ver; a él le agradaba su compañía, tantas veces que ella, después del colegio, se había quedado a observarlo y a reír con su rutina. Siempre le había gustado su sonrisa, la había observado cuando venia con sus amigas y sobre todo cuando venia a hablar con él. Pero hoy estaba distinta, no sabía porqué su espectadora favorita se había perdido tanto tiempo y porqué su rostro no brilla como siempre. Fue como en los viejos tiempos, aún se sentía la confianza de antes al hablar. Una conversación superficial, eso fue lo que tuvieron por 10 minutos, hasta que las lágrimas que Francisca había escondido por un mes, interrumpieron el dialogo. Cristobal la recostó sobre el pasto y le acarició el liso cabello castaño que brillaba con el sol; la dejó ahogarse en su llanto, la dejo gemir, la dejo pensar, la dejo recordar y quemar su pasado. ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que sus ojos se cerraron? no había dormido así, es decir con tanta paz, desde una eternidad. Se frotó los ojos y vio que Cristobal aún seguía ahí y llevaba puesto una nariz de payaso; que ridículo que se veía, todo despeinado y con esa enorme nariz roja, lo único que pudo hacer al ver ese cuadro fue a sonreír, y no sólo a sonreír si no que también a reír y sacar carcajadas, enormes carcajadas. Cristobal tomó su bolso y saco una caja donde se encontraba otra nariz roja de payaso que escondía un papel. Francisca tomó el papel y en el decía:
"Te regalo estas narices de payaso para que siempre
Recuerdes hacer reír a las personas, como me hiciste reír a mí.
Con cariño Pedrito Carrasco, Orfanato Claro Sol".

Sí, en efecto, ese día volvieron las sonrisas.
[...pero hoy más que ayer, me quiero drogar; estoy llena, pero de adrenalina podrida.
Seré paciente ahora.]
By Helen

Cómo no quieres que me enamore cada día más de Ti.