ir a principal |
Ir a lateral
Me encantaba ir a ver la bella danza que manifestaban esos grandes árboles, que estaban cerca de la playa.Fui a oler el dulce aroma que soltaban, mientras todos se preparaban para la tarde en el mar. Me acosté en una banca para observar mejor los infinitos seres verdes que jugaban a mi alrededor; estaba incómoda, la banca era más larga, así que me corrí había atrás, pero un golpe en mi cabeza interrumpió el tierno momento.
Había chocado con unas piedras, mi cabeza sangraba, al mismo tiempo que mi llanto se apoderaba del lugar.Los gigantes seres, ya no estaban, todo se volvía azul, verde, blanco...
Unos robustos brazos me tomaron; yo seguía llorando, hasta que entré a un sueño profundo. Dicen que fue solamente unos segundos, pero para mí fueron horas.
Desperté cerca de las cabañas y estaba sentada. Un niño me miraba con una expresión de pánico y detrás de él había muchas caras extrañas que mareaban al fijarse en ellas. Yo no entendía lo que ocurría; sólo sentía unas manos que jugaban en mi cabeza.
Una cosa tengo clara de aquel día, que el susto, la desesperación y la angustia que se apoderaba de mí, habían roto la última tarde que disfrutaría de ese hermoso lugar.
Primera copa y tus mejillas toman el color de las brasas; me hablas de tus proyectos, de tus historias y de tus palabras de sabiduría. Las risas te acompañan mientras la botella va bajando su dosis.
Comienzas a verte pensativo, tu voz aumenta dejando de lado la felicidad momentánea.
Tus demonios, esos que cada noche te atormentan, comienzan a dar la cara revelándose entre palabras negras y caricias con espinas.
No me escuchas, mi voz pierde sentido y, lo poco para beber que en ese momento quedaba, toma tu mente; al mismo tiempo que toda la rabia que nunca fue botada, sale entre el mar de insultos y caminatas sin destino.
Deja ya de hablar
de tu infierno,
deja ya de imponer
tu purgatorio sobre mí.
No ves que decorado
infierno tengo yo
con árboles que dan frutos
con alas imaginadas
que dejan dormir
cegándome de la realidad.
No me regales tu infierno
lleno de infinitas llamas,
no me muestres los gritos
de las cansadas almas.
Aleja de mí tu incoherencia
tu locura, tus palabras grotescas
y dame tu lóbrego cristal
cuyo veneno, mis manos
desean ardientemente asfixiar.
El infierno en una botella
apenas destapada está.
Los cantos de demonios,
que por la noche atormentan,
danzan entre fuego y locura
gritando por su libertad.